4 mar 2013

La Memoria del ajedrez, técnicas perdidas, tesoros de unos cuantos.





El saber del mundo ha sufrido de los avatares de la historia, y mucho del conocimiento de nuestros mayores no ha sido fácilmente legado y rescatado. El progreso del mundo hubiese sido más rápido y mejor sin tantas perdidos tesoros en el camino.
Entre las muchas cosas que las culturas occidentales, las europeas y las de Nuestra América le deben a nuestros antepasados del Islam y a la savia árabe, está la transmisión de muchos de los textos griegos y latinos que se conservaron para ser conocidos en la Europa de la Alta Edad Media y que se hubieran perdido para la cultura occidental tras la caída del Imperio Romano de Occidente.
Y el ajedrez también, al menos en su versión más antigua, pues como lo conocemos nació en Valencia, España; al final del siglo XV. Pero sin Zirjab, que llegó de Bagdad a la culta Andaluz, y que trajo con él un ajedrez, su llegada a Europa del noble juego se hubiese retardado mucho y a lo peor, no tendríamos un Ruy López en la historia.
Ahora que el filme Lincoln estaba de moda, no deje de pensar en ese relato de que el estadista norteamericano dio un discurso tan conmovedor en Gettysburg, que  los periodistas que debieron llevar el registro de sus palabras, sintieron la emoción transmitida y absortos no lo anotaron. Tuvieron que hacer un esfuerzo especial para recordar las palabras y reportar el discurso como tuvo lugar, ya que la preparación escrita de Don Abraham fue rebasada por la facilidad de improvisación para el orador de Kentucky que se salió de su propio guión. Si no se hubiera hecho un rescate adecuado, nunca conoceríamos en realidad como Lincoln se expreso en ese lugar fertilizado por tanta sangre hermana. En el filme daba la impresión de que cada soldado de la Unión lo había memorizado.
Es común que muchos ajedrecistas pequen de desconocimiento de la historia, pues a la mayoría lo que le interesa es jugar y un gran número ni sospecha de que haya tanto pasado en el ajedrez y el largo camino que ha recorrido la enseñanza del mismo. Se habla de grandes maestros tan talentosos que apenas conocen un libro de ajedrez y lo juegan muy bien.
Otros, que a pesar de gran talento para el juego, tenían la vocación de enseñar y se convirtieron en grandes entrenadores y como jugadores, a pesar de que sus compañeros de estudios y de generación alcanzaron sus títulos internacionales, ellos no, pero de alguna manera dejaron una huella profunda en el ajedrez.
Muchos manuscritos, o archivos de Word, para ser modernos, no llegan a convertirse en libros o siquiera en artículos de blog y el servicio que pudieron ofrecer se perdió. Es una cosa que francamente da miedo. Uno quisiera de alguna preservar todo lo que ha aprendido para que con la propia muerte alguien lo heredase.
Non Omnis Moriar, ha sido la preocupación de muchos que llegan a la tercera edad y que sienten un complejo faustiano de que tanto trabajo se vaya con sus polvos.
Cuando uno conversa con los octagenarios entrenadores que dieron brillo a las escuelas de ajedrez de Rusia en los años sesenta y que cuentan decenas de grandes maestros entre sus alumnos, se deseperan porque solo pudieron escribir apuntes que se publicaron en ediciones de mimeógrafo de 100 a lo más ejemplares, y buscaban como prestarme un ejemplar para que lo escanease y lo preservase de alguna forma, pero los ejemplares estaban tan deteriorados que el escaneo es casi imposible, hay que resaltar las letras, o grabarlas leyéndolas con trabajos y luego con un programa trasladarlos a  Word. Pero aun así, textos interesantísimos estarán condenados a no ser conocidos más que por aquellos alumnos a quienes hace 50 años fueron dedicados.
Claro que mucho se publicó en la URSS, a veces con tirajes de 100 mil ejemplares, pero como había una demanda de cientos de miles de lectores, no los alcanzaban a conocer ni el 10% de los jugadores activos de la URSS, mucho menos los jugadores occidentales.
Algunos autores, por causas accidentales, y no tanto por la calidad, aunque hubo casos que era tan grande está que se imponía a todo, lograron publicar sus escritos fuera de la URSS. Pero cuantos grandes entrenadores fueron poco conocidos. Algunos verdaderamente notables como Chebanenko no gustaban de escribir y los conocemos por los relatos de sus alumnos, como el GM Bologan, o la anécdota de la innovación teórica que preparó para que Petrosian venciese a Fischer en la Argentina y que el excampeón mundial se desvío en el momento crucial y no obtuvo el triunfo que Chebanenko le puso en mano.
Otro gran jugador, que no tuvo reflectores fuera de la URSS, Chepukaitis, escribió un libro sobre ajedrez rápido mucho mejor que el que escribiese Nakamura veinte años después, pero es muy poco conocido, con solo 6 mil ejemplares de tiraje y que si no fuera por el Internet no lo conocería nadie fuera de Rusia.
¿Cómo preservar tantos trabajos de los entrenadores rusos de mediados del siglo XX que solo publicaron en mimeógrafo? ¡Averígüelo Vargas!