18 sept 2012

Enseñar a los niños.



Se dice que a los 13 años cualquier joven se impresiona de todo lo nuevo, sobre todo cuando apenas sale de la educación básica y accede por primera vez a los estudios del bachillerato, que en aquellos años pasaba de ser de 5 años a 6 años, para completar 12 grados previos a la universidad.
El caso es que el conocer a Vasily  Alexándrovich Sujomlinsky era como para impresionar a cualquiera y a cualquier edad. Con sus  48 años era un hombre aun relativamente joven, pero con secuelas de sus heridas de guerra que le habían atormentado veinte años, se podía adivinar que moriría prematuramente, como le sucedió 4 años más tarde.
El caso es que llegó a escribir casi 30 libros y más de 400 artículos, todos sobre la enseñanza en general, pero algunos muy especiales sobre la enseñanza del ajedrez.
Su sentencia más notable, que hoy se le denomina “La paradoja de Sujomlinsky” es:
“No es función de la escuela enseñar a los niños; su obligación estriba en enseñarles a estudiar ya que deben ser los niños quienes por sí mismos vayan aprendiendo”
Para Vasily Alexandrovich, la única forma posible de enseñanza es la que se apoya en el hecho de la infancia y en las vivencias de los niños. Debemos enseñar viviendo, descubriendo la realidad con ellos, jugando, divirtiéndonos, tal como el niño quiere vivir. Sólo así logramos seres satisfechos, felices, que van a la escuela con alegría porque en ella se encuentran a sí mismos ya que pueden ser lo que realmente son: niños.
Incluso la disciplina, necesaria para muchas cosas, se enseña con vivencias, jugando.  La “Paradoja Sujomlinski”, o sea, el enseñar a estudiar, más que enseñar conocimientos, no se puede aplicar en clases personales con un solo alumno, tiene que ser en grupos, aunque sean muy pequeños, de dos o tres alumnos, no de uno con uno, pues se lleva a cabo en una atmósfera general de laboriosidad y superación que estimula la propia actividad infantil. Campos de Tensión le llamaba.  Ir no en busca de individualismos sino de individualides. Esta atmósfera sólo se logra en la colectividad  y busca la personalización educativa a través de un ambiente colectivista y de grupo compacto.
En el ajedrez el entrenador da las bases los métodos y debe ponerse a analizar posiciones y orientar nada mas como hacerlo. El trabajo es más arduo pues es como el productor de una película que debe poner todas las condiciones necesarias al creador del filme, por lo que debe tener una visión de hacia donde irán los alumnos en sus “descubrimientos”, para que tengan a la mano todo y su ritmo de aprendizaje no cambie. Como todo ese ritmo viene de su naturaleza y esta es propia de cada alumno y se conjuga en un ritmo de grupo, el entrenador debe poder anticipar como mantener ese ritmo.
Sujomlinski huía de toda aquella educación que no se adecua al ritmo personal del alumno. Sabe que algunos ascienden rápido y otros no tanto, pero se debe mantener un grado de tensión para estimularlos a salir de su zona de comodidad.
Estudiar ajedrez es divertirse, pero con una medida natural que marcará la personalidad de cada alumno y luego del conjunto.
El maestro debe tener todo el material listo para que trabajen los alumnos, y evitar lagunas o actividades sin sistema. Llenar cuadernos de trabajo y no jugar blitz a menos que sea con sistema. Así se mantiene un trabajo divertido, y no se cae en la diversión desorganizada. Es práctica deliberada que se apoya en la diversión para mantener motivado al alumno, pues la enseñanza debe ser deliberada, atractiva y cuidada. Claro que debe ser  flexible para que se encuentre el ritmo adecuado y no hacer al ritmo adecuarse a la enseñanza.
Para una clase de ajedrez preescolar necesita una cantidad de material y cuadernos de trabajo que triplican el necesario para otros niveles. Elaborar material para ajedrecistas de alto rendimiento me parece fácil, pero para elaborar material para clases de ajedrez en etapa preescolar me ha llevado años y nunca se siente uno satisfecho, y tiene uno que hacer y rehacer, porque ahí el ritmo puede cambiar tanto de velocidad que es muy arduo estar preparado para todo.
Sujomlinski utilizaba una denominación a su estilo de escuela que podría traducirse como escuela de la Alegría y en la Escuela de la Alegría nadie es reprobado ni se pretende que todos logren buenas notas; las calificaciones, como dijo alguna vez Montessori, sirven para hacer distingos entre los niños y para desmotivar a aquellos que no obtienen las mejores notas. Pero si se requieren los diagnósticos, pero deben ser muy sutiles. Ahí está una dificultad muy importante. Evaluar a los alumnos sin desmotivarlos pero también sin que levanten las campanas a vuelo.
En el ajedrez es de lo más difícil pues es parte de la vida del ajedrecista la competencia, la confrontación, por lo que desde el principio hay que orientar a los alumnos a que traten al triunfo y a la derrota como a dos impostores, que lo que importa es dar un paso adelante y eso es necesario que se den cuenta a una edad muy temprana, por eso quizás la etapa de los torneos debe ser postergada en los niños hasta mas allá de los 10 años, pues las estadísticas muestran que la gran mayoría de los niños que compiten antes de esa edad, ya para los 20 años de edad han abandonado las competencias de ajedrez. Incluso profesionales como las Polgar y Kasparov se retiran prematuramente del ajedrez. Recuerdo los casos de niños prodigio como Salvatore Matera, James Tarjan, Kenneth Rogoff, a quienes se les acumularon tantos años de competencias que los motivo a pasar a otras actividades. A veces lo mejor es establecer pausas en la vida de las competencias para poder reformularse y posteriormente regresar con nuevos bríos, como Henrique Da Costa Mecking y muchos otros ejemplos, que regresan al ajedrez tras pausas voluntarias u obligadas, como Lasker que de 1924 a 1934 casi dejó de jugar y en 1935 y 1936 logró éxitos enormes, después de ser sexagenario.