3 nov 2011

En el mundo de la Internet, el museo del audio de ajedrez.

Se han rescatado muchas fotos y filmes de los grandes maestros de la historia del ajedrez, pero la novedad ahora son los archivos con voces de los maestros del pasado. Una verdadera extraña experiencia oir la voz de Alekhine, de Tal, de Capablanca, de Lasker, de Botvinnik, de Keres, Tarrasch y Smyslov.  Los programas de radio del MI Eleazar Jimenez, de las crónicas de Salo Flohr, de Max Euwe; de Jacobo Bronowsky, de William Winter; de Karpov, Kasparov, Korchnoi, Timman y por supuesto Fischer, así como Frank J. Marshall y los mexicanos Carlos Torre, José Joaquín Araiza; García Conde y Joaquín Amaro; son joyas de Fonoteca, que gracias a los progresos de la técnica se logran rescatar como memorias de la historia del ajedrez. Gracias al Internet hay muchos foros de intercambios de archivos en donde se están rescatando todo tipo de documentos valiosos en prensa, video y audio. No cabe duda que la historia cambia día a día, conforme más cosas se rescatan va cambiando la visión que tenemos del pasado.
Una vez, en los días de muertos, publique una serie de fotos de tumbas de jugadores famosos, pero en vista de los decesos de muchos conocidos, debido al contacto con jugadores de varias generaciones y que por razón natural he tenido que comentar el deceso de varios con los que he tenido la fortuna de conocer en los más de 45 años de jugar torneos de ajedrez, a veces se hace pesado, pero ya que he ido coleccionando digitalmente un acervo muy peculiar y completo de la historia del ajedrez, sobre todo del siglo XX;  a menudo me siento en la obligación de difundir este material. Sin embargo no deja de sorprenderme lo que van difundiendo en la red cientos de aficionados a la historia del ajedrez, como es el caso de uno, que muy apropiado para estos días de muertos, publicó una colección de mascaras mortuarias de ajedrecistas famosos. Mucho me impresionó ver en el Club Capablanca de La Habana la mascara mortuoria de Capablanca en enero de 2011, a casi 70 años de su muerte, como de niño me impresionó ver la del Emperador Maximiliano de Hapsburgo, o la de Napoleón I, o la de la mano de Morphy. Si bien son cosas extrañas, es innegable la importancia histórica que tienen esos objetos. Una vez me emociono ver sacar de una excavación en el centro histórico de la Ciudad de México un yelmo de un conquistador español que estaba enterrado desde 1520 y saber que uno era de los primeros que lo habían visto en más de 450 años.
Ahora ver o escuchar en Internet a Capablanca o a Lasker, o al Presidente de México Porfirio Díaz Mori, no deja de ser impresionante. El Internet es así un gran museo de la historia del ajedrez.