22 ago 2011

El lamento de un espectador.


El sábado fui espectador de un torneo de partidas rápidas, de 20 minutos por jugador. Un torneo resultado de la promoción del club “Escaque” que realiza una estupenda labor en pro del ajedrez en el Estado de Puebla.
Observe muchos niños y jóvenes talentosos, pero que sus padres y ellos mismos se lamentan que no reciben orientaciones para superarse.
No existe un sistema efectivo de enseñanza que ayude a que la superación de esos talentosos jugadores sea continua y con la celeridad que fuera acorde a su potencial, sino que progresan poco a poco lentamente por ellos mismos, y ese avance gracias a torneos como los que organiza “Escaques”, no a un sistema de enseñanza adecuado a la demanda que existe por cumplir los sueños de esos niños y jóvenes.
Varios colegas, instructores serios de ajedrez, que tratan de emprender la enseñanza del ajedrez sólo después de prepararse, me proponen hacer una escuela reservada para talentos del ajedrez. Se podría usar el sistema Botvinnik, o sea con partes presenciales y a distancia, según la distancia de los que se inscriban, o sea con reuniones de dos o tres días cada trimestre con los jugadores de otras ciudades o cada mes o quincena con los de la Ciudad de México y área conurbada, con tareas encomendadas a realizar en casa entre sesiones presenciales y un seguimiento estilo email.
Quedamos de cabildear el interés por una empresa así.
Tenemos todo el material necesario, los exámenes para diagnosticar talento, los procedimientos para desarrollar el potencial, la experiencia en la labor, la asesoría de los mejores especialistas del mundo, pero… ¿Preferirán estudiar seriamente al ajedrez o gastar su dinero en libros de aperturas mientras pasan los años y progresan en un año lo que debieran progresar en un año? Ahora los muchachos prometedores son los que a los 18 o 19 años tienen 2000 de rating, cuando en las generaciones pasadas lo eran los que tenían 15 o 16 años y se colocaban en los tres primeros lugares de un campeonato nacional. Los mejores jugadores mexicanos de las generaciones de 1970 y 1980 ya habían ganado algún torneo internacional antes de cumplir 20 años, y de esos podría mencionar unos quince jugadores. Pero ahora, solo podría mencionar tres o cuatro de los de las generaciones de 1990, 2000 y 2010.
¿Habrá interesados? ¿Quién orientará a los padres que están tirando años y dinero y sus hijos no cumplen sus sueños por preferir un estudio sin sistema?
Se han hecho muchas escuelas de “Alto Rendimiento”, y algo suben los alumnos gracias a su talento, pero no se puede decir que si es gracias o a pesar de los sistemas que siguen en tales escuelas. ¿Puede ser guía de un camino alguien que nunca lo ha recorrido? El seguir experimentando, gastando los años más productivos de un talento, a la larga es lo más costoso.