25 oct 2010

En las olimpíadas de ajedrez de niños como en la de los adultos.


Se acercan las olimpíadas nacionales en México y todos los jugadores infantiles desean lograr resultados exitosos, como lo desean los aficionados que los equipos olímpicos de mayores lo tengan en los eventos FIDE.
Son deseos que muchas veces no están fundamentados en el esfuerzo y la preparación previa, sino solo son eso, deseos.
Claro que el primer paso y más importante es el desear, pero esto sigue sus reglas naturales, hay que desear y realizar una serie de pasos para lograrlos.
Los niños tienen todos talento y deseos, pero en diferentes medidas. Hay que desarrollar el talento, u optimizarlo, y los deseos hay que aumentarlos con motivación, para que los esfuerzos necesarios sean hechos gracias a deseos enormes. Los logros serán proporcionales más a los deseos que al talento. De ahí que la motivación sea la base de todo.
Un jugador sólo tiene menos posibilidades reales que un jugador con un equipo detrás de él, por eso los modelos exitosos de Karpov y Kasparov que lograron más que cualquier jugador en la historia; aún los más talentosos como Fischer, Capablanca y Morphy, gracias a contar con un equipo detrás de ellos. De hecho Karpov y Botvinnik nos enseñaron la manera de integrar esos equipos, primero con bases en las organizaciones nacionales y luego, a la caída de la URSS, como organizaciones empresarias.
La familia, entrenadores, amigos y organizadores detrás de un jugador infantil, es lo que pesará, más que el sólo talento natural, para los triunfos de los niños en las olimpíadas nacionales, por lo que es natural que los premios sean principalmente para organizaciones; pero por otro lado, las olimpiadas se pueden volver experiencias amargas para los lobos solitarios, para niños que no reciben ese respaldo y tratan de sobresalir basados solo en su individualidad, recibiendo así unas amargas lecciones: estás con la sociedad y lo establecido o contra de eso, y si no te alineas serás derrotado.
Esa lección va contra muchos de los valores individuales que se nos ha enseñado a respetar desde tiempos aristotélicos, o como paradójicamente diría Bertrand Russell, nos han hecho creer que eso nos han enseñado, sólo para ser aplastados por los equipos y tener más profundamente la enseñanza de que no debemos andar contra la corriente general.
En el ajedrez todos admiramos a Fischer, pero en el fondo quisiéramos pasarla mejor, como Karpov… O según muchos votaron, como Kirzán…